11 de julio de 2008

Corazón de patata.


Pues sí, tengo el corazón hecho una patata. Corazón de patata, que diría Anne.

Finalmente la profecía se cumplió y todo se ha roto entre él y yo. Han sido 6 años. Se dice pronto (prueba a decirlo)... Y aún tengo humor para bromear, hay que joderse.

Me siento extraño. Me siento en el balcón y veo a un señor echar una bolsa de ropa que ya no le sirve a un contenedor específico para eso. Se va.

Me siento inseguro. Me entran ganas de bajar, quitarme la piel a tiras y tirarla al mismo contenedor que el tipo de antes. Al fin y al cabo es mi ropa de todos los días. Además, es lo que siento ahora mismo, como si estuviera en carne viva, sin piel. No habría mucha diferencia.

Me siento triste. Todas las letras de las canciones cobran sentido. Hasta la más estúpida del mundo.

Y ya no huelo a abrazos, sólo a sudor. Es eso. Sin amor la magia se esfuma y el olor a abrazos se convierte en sudor.

Sudor e interrogaciones. Es el título de éste, mi verano.


5 de julio de 2008

Escocerá, lo sé.


El martes que viene acabo en mi trabajo y, estoy casi seguro, que un día de estos también acabaré con la relación que mantengo desde hace 6 años. Y no, no voy a lloriquear por aquí diciendo lo desgraciado que soy y lo mal que me trata la vida, porque no me siento así..., porque no soy así.

Tengo un problema, y es que cuando estoy enfadado no me afecta casi nada, ni la tristeza, ni la pena, ni nada de nada. Es justo cuando el cabreo se esfuma cuando todo viene de golpe y, entonces, empiezo a pasarlo mal. Es como cuando alguien corre un maratón y al día siguiente aparecen las agujetas en forma de dolor.

Ahora mismo estoy enfadado, y creo que me está durando demasiado. Por eso no puedo sentir ni calibrar el dolor futuro que seguro que vendrá a visitarme... No es bueno pero no puedo evitarlo.

Ojala todo fuese más fácil. Ojala todo estuviese rodeado de silencios, como en una película de Kim Ki-Duk donde la vida transcurre entre soplo y soplo del aire calmo que sale por la boca cuando exhalamos. Algo así.

Y en el último plano de la película alguien dice una única palabra que te salva, esa que te agarra con sus letras y te eleva, la que con su entonación te limpia la negatividad de dentro de los oídos, la que con su significado insufla sangre a tu corazón seco como una pasa, la que te rellena el estómago de inmediato y da de comer a las mariposas de nuevo, esa que impide que te duermas para siempre en un silencio puntiagudo e incómodo.

Esa.