29 de octubre de 2013

Desapareciendo.


Cuando alguien desaparece de tu vida de la noche a la mañana sientes algo así como cuando te disparan un flash en toda la cara..., al principio te quedas medio ciego y algo mareado, sin embargo, aún sigues viendo el círculo blanco del flash como si estuviera ahí, en la punta de tu nariz. Finalmente todo vuelve a la normalidad, todo desaparece delante de tus ojos desvaneciéndose sin que puedas hacer nada. Y, encima, en la foto sales con cara de gilipollas supremo. Como cuando te roban año y medio de tu vida, vas a objetos perdidos a ver si lo han encontrado y se ríen en tu puta jeta.

Cuando alguien desaparece de tu vida sin volver a dar señales de vida hasta el día de hoy, te sientes como la huella de un pie en la arena de la playa mientras esperas que venga una ola y te borre del todo. Miras con un dedo a la izquiera y con el otro a la derecha, pero sabes que, al final, la ola te va a arrastrar hacia quién sabe dónde. Y tú simplemente te dejas llevar. Con el tiempo aprendes que no hay nada como el oceáno mar de la incertidumbre.

Cuando alguien se convierte en humo tan fácilmente te preguntas de qué ha servido todo el esfuerzo invertido, si no habría sido mejor apagarte la colilla en la piel desde un primer momento. Total, sabes perfectamente que al final todo cicatriza y que existen unos maquillajes llamados autoengaño que hacen maravillas. Te los pones, te miras en el espejo y pones la misma cara de palurdo mientras esperas que el puto flash aparezca de nuevo.

27 de octubre de 2013

Salpicando recuerdos en tu cara.



Que un ex te diga (después de estar casi dos años sin verte) que no recuerda si conociste a su perro o si fuiste con él a la casa de la playa hace que, por un lado, te joda por dentro y que, mayormente, sientas una profunda pena por el efecto que los porros (que ahora consume de manera más habitual que antes) le están haciendo a la cabeza. La gente no sé da cuenta que, con el paso del tiempo, lo único que perdura y permanece son los recuerdos y que si te empeñas en cargártelos te vas quedando vacío por dentro, como un caparazón sin tortuga. Hay gente que, voluntariamente, los manda a la papelera de reciclaje y otra que, como en este caso, los destruye a base de consumir mierda de manera habitual... Para mí es lo mismo. Si te cargas tu pasado tachas, también, una parte de ti y te conviertes en una quiniela con patas. Al final pierdes el partido porque dejas de saber quien has sido y, por asociación (y lo que es más importante), quien eres.

Y entonces le pones a cuatro patas para buscar dónde se esconden sus recuerdos, pero, precisamenten, ahí no están. Le abres la boca y escarbas, pero debe de habérselos tragado dentro, muy dentro..., tal y como se empeña en hacer con tu polla.

Y, al final, te corres en su cara y, casulidades de la vida, le cae en el ojo. Y piensas "Ahí, ahí... que te escueza el ojo un poquito, a ver si así generas nuevos recuerdos..., al menos por un par de días".

13 de octubre de 2013

Se me escurre.



Al día siguiente la vi. Parecía una sombra chinesca que me saludaba desde la pared, estática, observándolo todo, pero no, era la huella de una mano..., de mi mano. La noche anterior me habían pringado de aceite el cuerpo, me habían hecho un masaje y, finalmente, el amor (si es que se le puede llamar así). Una mano carnal, animal que habría estrujado la pared de haber podido. Una mano embadurnada de aceite corporal y sexo justo encima de la almohada.

Inmediatamente le pasé una toalla húmeda para borrar todo aquello. Eché las sábanas a la lavadora para quitar el olor a aceite y sexo y me senté en el sofá como quien espera encender la tele y obtener una respuesta (aunque por mucho que ponga los canales de tarots nunca la obtendré, lo sé de sobra).

¿Por qué hago esto?, ¿qué pretendo?, ¿estar menos solo?, ¿que me suban el ego y, de paso, la polla? Todas esas preguntas se presentan delante de mí, en la mesa, en forma de aperitivo para poder picar un poco de ellas y atragantarme con el punto de una interrogación en forma de aceituna... Las rellenas de anchoa son las que más me inquietan. Si las masticas notas como de una pregunta puede salir otra pregunta de dentro que, quizá, nunca hayas pensado..., y eso asusta. Coño que si asusta.

El centrifugado corto termima  Pero esto no..., esto es un puto "to be continued" constante.

10 de octubre de 2013

Calzoncillos marca fracaso.



"¡F. N. te está esperando!". Y, claro, me sobresalto al leer eso en la bandeja de entrada de mi email, pero enseguida me doy cuenta de que es una notificación de un juego de música del facebook para que continúe la partida con mi ex.

Rompimos la semana pasada. De repente. Como si al quitarte las calzoncillos y, sin darte cuenta, notas que están dados de sí y se han quedado grandes..., que ya no encajan como debieran. Y, de sopetón, notas que están desteñidos y un poco rotos, y eres consciente de todo en una centésima de segundo. Pues así fue. Más o menos.

Hoy es su cumple. Le he felicitado de manera medio divertida y bonita a través de un mensaje, pero sólo he obtenido un "Muchas gracias!" solitario y nada aderezado... Y, bueno, creo que las gracias se las tenía que dar yo a él, pero por haberse comportado de esa manera que me ha hecho darme cuenta de que mis calzoncillos no me quedaban bien del todo, que me hacían rozadura dónde no debían, que, al fin y al cabo, sin calzoncillos uno se siente más libre y transpira mejor.

Y me gustaría hablar desde el dolor, pero de verdad que no me sale..., y creo que es la primera vez en mi vida. Sin embargo no es la primera en la que huelo el fracaso como si de unos calzoncillos sucios se tratase.

Apestan.

Todo apesta.

6 de octubre de 2013

Mano al verde, pie al rojo, polla a la boca.



"El acceso al cuarto de baño está restringido únicamente para los señores clientes", rezaba el cartel en la puerta de aquel bareto de mala muerte (pero muy educado, eso sí). Y pensé que era exactamente lo mismo que le pasa a mi corazón, que tiene acceso restringido, digamos, a los moradores, porque clientes suena como si fuera chapero, y no es así.

Algunas personas carecen de ese acceso restringido, siendo su corazón un felpudo pisoteado de tanto entrar y salir y dónde hay que frotarse bien los zapatos para dejar toda la mierda de las suelas, levantar el felpudo e, inmediatamente, echarlo todo por el ventrículo izquierdo.

El peligro de los moradores reside en lo invasivos que sean y en cuanto equipaje emocional traigan en sus espaldas. A veces no sabes si es mejor que vengan cargados o ligeritos cual nube... Los hombres caravana saben demasiado y siempre pueden escarbar en experincias pasadas para salirse con la suya y, bueno, qué decir los hombres triciclo, esos los que les tienes que enseñar a montar en bici de dos ruedas y soportar sus lloriqueos cuando se caen y se hacen un rasguño en la rodilla.

Me cago en la psicología masculina. Más complicada que el Twister, cojones.