23 de marzo de 2018

Cirujano sentimental.



No sé por qué, pero hoy me ha dado por buscarle en las redes sociales. Afortunadamente, no tiene ninguna. 

No he escrito nada sobre él desde 2008, pero hoy casi le mando un email, igual que el que me mandó una tarde de 2010 donde me contaba cómo le iba la vida, incluyendo detalles tan superfluos como que le operaron de un cosa en el culo y que tenía nuevo novio. Yo ya lo sabía (lo de que estaba con otro chico, claro), él nunca había sido bueno a la hora de lidiar con la soledad. Demasiados fantasmas por dentro luchando a rasgarse las sábanas con las uñas. Demasiados monstruos que juegan a maquillarse las cicatrices pero que, en el fondo, no siguen siendo otra cosa más que eso: monstruos.

Él fue la persona más importante. Él fue la persona y hoy casi le escribo para reconciliarme con él y con mi pasado. Porque él quiso reconciliarse conmigo con ese email, pero yo decliné su oferta. Educadamente, pero la rechacé. ¿Hice bien? Aún no lo sé, pero es algo que me persigue y que está agazapado entre los recuerdos, resoplando guturalmente en alguna parte de mí; escondido. 

Y en vez de eso me muerdo los dedos y escribo aquí con el fin de calmar las ansias de cometer un error, ¿o quizá sería un acierto? No sé qué dirían los psicoanalistas al respecto. Solo sé que debería extirparme esa necesidad como si fuera un tumor. Cirujano sentimental. Especialista en anestesiar aquellas partes que duelen más, para poder seguir caminando.

No hay comentarios: